El mito del socialismo
del siglo XXI se degasta. Esta vez no justificó las pretensiones políticas del
Presidente Evo Morales, quien ha tenido que aceptar la derrota en el referéndum,
donde el pueblo boliviano rechazó una reforma constitucional que le permitiría un
cuarto mandato.
¿Será acaso que se
empiezan a perder las ilusiones de revoluciones redentoras?
Según declaraciones del
Presidente Evo Morales, la derrota se debió a una campaña sucia a través de las
redes sociales, a la discriminación y al racismo, promovido por sectores de
derecha.
Efectivamente,
la realidad histórica de Bolivia guarda el registro del racismo, la violencia y
el despojo. En la época del dominio colonial los indios eran considerados como
animales, decían que “no tenían alma”. La necesidad de la Corona española de
explotar los abundantes recursos naturales que encontraron en Potosí y el resto
de Bolivia, los llevó a construir representaciones racistas con el fin de
justificar el robo y la explotación. Cuando llegó el tiempo de la república, se
cambiaron los rostros de los dominantes, pero no se acabó con el régimen de
usufructo. El cambio del sistema feudal-esclavista hacia el capitalismo no terminó
con los privilegios de un pequeño grupo económicamente poderoso y mucho menos
re-significó el rol del indígena y el campesino en la estructura social.
Sin
duda las élites de Bolivia habían estado muy acostumbradas a gobernar a sus
anchas, los indígenas siempre eran los que atendían la mesa o los que desde el
folklor llenaban de colorido y baile las fiestas de los turistas. Es evidente que
en la historia de Bolivia, la intolerancia y el racismo, expresado en el
lenguaje, han sido y son un instrumento político de dominación.
Ahora bien, sustentar un
conflicto social en categorías raciales, no es suficiente. Si esta es la
justificación que encuentra Evo Morales a su derrota en las urnas, quiere decir
que no han bastado sus 10 años de gobierno para comprender que los
personalismos políticos, son monstruos con pies de barro.
Una de las lecciones que
debería dejarnos los últimos comicios electorales en Bolivia, es que la
historia ha sido implacable en demostrar que el tiempo corroe a la autoridad carismática
y que en democracia no hay nada más contradictorio que pretender hacer transformaciones
sociales desde la figura de un líder absoluto.
El Movimiento al
Socialismo (MAS) sigue siendo una fuerza política importante en Bolivia y a su
gobierno le resta cuatro años para replantear sus estrategias si pretenden
sostener en el tiempo su proyecto político. El nuevo reto será el de
reconstruir los liderazgos, pero sus esfuerzos de auto-conservación pueden ser
infructuosos si optan por repetir la misma fórmula caudillista en nuevas
figuras. El camino que demanda la historia es el de sustituir y no sólo
reformar la situación actual.
Mientras tanto, en
Ecuador la ceguera del poder es aún más desalentadora. El gobierno reformó la
Constitución dando paso a la reelección indefinida sin consultar al pueblo.
Habrá que ver hasta dónde la campaña propagandística del régimen será capaz de sostener
el imaginario falaz de un Estado de Bienestar sin recursos petroleros. ¿O
también terminarán culpando en el 2017 a las redes sociales?
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