viernes, 4 de marzo de 2016

LA NOTICIA Y SUS MORALEJAS

http://www.eluniverso.com/opinion/2016/02/28/nota/5430819/noticia-sus-moralejas


A nadie le sorprende el uso de moralejas en los relatos cotidianos, nunca falta alguien que durante una conversación coloquial concluye su reflexión con el uso de alguna metáfora. Pero cuando dichas moralejas se insertan en el discurso periodístico las implicaciones pueden ser mayores, puesto que se trata de enseñanzas socialmente establecidas que sin apelar al conocimiento influyen en la construcción de sentidos y el consecuente silenciamiento de la opinión pública.

Las manifestaciones estudiantiles ocurridas entre el lunes 15 y martes 16 de febrero en el Colegio Montúfar, a raíz del malestar generado en la comunidad estudiantil tras la decisión del Ministerio de Educación de reubicar a 16 docentes, recibieron amplia cobertura por los medios de comunicación y particularmente por la televisión pública, que presentó detalladamente en su informativo vespertino del miércoles 17 sucesos tales como el daño a la infraestructura del colegio, el testimonio unilateral de dos comerciantes afectados y de supuestos funcionarios del Distrito de Educación No. 6 Eloy Alfaro, cuyos   nombres y rostros no fueron expuestos.

A continuación el canal nos presenta en su noticiario el testimonio de la madre del estudiante del colegio Mejía, Edison Cosíos, quien en septiembre del 2011 y con 17 años de edad, recibió un impacto de bomba lacrimógena en su cabeza mientras participaba de las manifestaciones en contra del Bachillerato Unificado, y que lo dejó en estado vegetativo.

De pronto y tras más de cuatro años, el caso de Edison Cosíos, cobra importancia para mostrarnos a manera de conclusión de los reportajes sobre las protestas estudiantiles, las consecuencias de las manifestaciones. Ante el uso de dicha información, la memoria colectiva hace pensar en los actos de impunidad que envuelven la historia de Edison, de la cual el medio público no hace mención alguna: ni de la contraparte involucrada, ni del pronunciamiento desde la institución policial y judicial, ni de la necesidad de la sociedad de conocer el o los responsables de este atentado criminal. Para el medio público la historia citada es útil como instrumento aleccionador, para reforzar la enseñanza del peligro de protestar.

El mensaje es claro, para padres y estudiantes, pues la nota enfatiza en mostrarnos el sufrimiento de una madre que todos los días ve a su hijo en estado vegetativo, sugiriendo que este es un ejemplo de lo que le puede suceder a nuestros hijos. Y la pregunta que surge es sí la labor del periodismo público es la de advertirnos sobre las consecuencias de nuestros actos o peor aún infundir miedo, pues la cobertura noticiosa de Ecuador TV, sobre las recientes manifestaciones estudiantiles del colegio Montúfar, más que contextualizar sobre los complejos elementos que influyen en las protestas, nos deja sentencias. La manipulación de la información establece claramente a los culpables e inocentes y por lo tanto como televidentes debemos plantearnos si esperamos que nuestros medios se transformen en los nuevos tribunales de la opinión pública.

Seguramente ponerse en el papel de jueces engorda el ego de algunos periodistas, pero empobrece la ética, porque para hacer un periodismo digno no requerimos que nos muestren el camino del bien y del mal, no necesitamos ver llorar a las víctimas, ni manosear el sufrimiento para dejar moralejas; necesitamos respuestas, elementos críticos que aporten al debate público.

El uso de la moraleja en el discurso mediático silencia, elimina la complejidad de las situaciones, nos impide pensar más allá de las emociones. La representación “delincuencial” de los estudiantes que protestaron y la mención al caso de Edison Cosíos como moraleja de la historia, eliminó la posibilidad de reflexionar, por ejemplo, sobre la continua incapacidad del gobierno para escuchar a todos los actores y resolver los conflictos sociales mediante el diálogo y más aún de la responsabilidad colectiva sobre la construcción del modelo educativo.

De esta manera, el accionar policial se reviste de justicia en el relato periodístico, el uso de la fuerza en todo su alcance se legitima por un fin “justo”: la defensa del orden y la paz; la opinión pública se silencia y los sentenciados, claramente señalados, son ciudadanos cuyos argumentos se despojan de legitimidad, para terminar siendo los responsables de su propia desgracia.

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