Ensayo realizado el 17 de octubre del 2011.
Por Nathalia Cedillo C.
Los acontecimientos del pasado 30 de septiembre del 2010, no solo significaron uno de los pasajes más insólitos y violentos en la reciente historia de la política ecuatoriana, sino que además se han convertido, hasta la actualidad, en el escenario de pugnas por el capital simbólico, por la construcción de una verdad sobre los hechos.
Los acontecimientos del pasado 30 de septiembre del 2010, no solo significaron uno de los pasajes más insólitos y violentos en la reciente historia de la política ecuatoriana, sino que además se han convertido, hasta la actualidad, en el escenario de pugnas por el capital simbólico, por la construcción de una verdad sobre los hechos.
Es indudable que un suceso que puso en riesgo la estabilidad del orden constitucional despierte hasta hoy una discusión interminable matizada desde distintos intereses, sobre todo cuando a pesar de haber transcurrido un año de aquella jornada, aún existen muchos cabos sueltos y pocas respuestas políticas.
Durante el reciente mes de septiembre fuimos testigos de una sistemática campaña propagandística sobre el 30-S apadrinada por el oficialismo. Anuncios en radio, prensa y televisión, debates académicos, mediáticos y de cafetín que giraron en torno al cuestionamiento de si aquella sublevación policial significó o no intentos de golpe de Estado y asesinato del Presidente de la República.
Este ensayo no pretende reflexionar en torno a aquellas interrogantes relacionadas con el hecho en sí, sino a la manera en que éste es representado desde la instancia del poder gubernamental (lo que dice y cómo lo dice), es decir, busca explicar la manera en que el discurso oficial mediatizado constituye en sí mismo un dispositivo de silenciamiento y control social.
Para ello, proponemos el análisis del discurso dado por el Presidente de la República Rafael Correa en el Regimiento Quito y cómo este se plasma dentro de la estructura narrativa del documental “Muchedumbre 30S”, dirigido por el periodista Rodolfo Muñoz, estrenado en febrero de este año y que fue masivamente difundido a través de los medios públicos; el video se transmitió por Ecuador TV, que además es su auspiciante, en horario estelar y circuló de forma gratuita con los diarios PP El verdadero y El Telégrafo; hemos tomado esta herramienta para la reflexión porque dado su contenido y la masiva difusión, constituye desde nuestra perspectiva el mejor ejemplo del discurso oficial.
A partir del análisis de lo que dice Rafael Corea en su discurso emblemático durante la jornada en cuestión y de la manera en que es sustentado con los signos visuales en el documental “Muchedumbre”, nos proponemos explicar de qué manera el mensaje oficial que toma cuerpo o adquiere sentido en dicho producto audiovisual, constituye un dispositivo de enajenación del sujeto político; entendiendo por dispositivo la cita que Agamben recoge de Foucault:
Un conjunto resueltamente heterogéneo que incluye discursos, instituciones, instalaciones arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales, filantrópicas, brevemente, lo dicho y también lo no dicho, éstos son los elementos del dispositivo. El dispositivo mismo es la red que se establece entre estos elementos (…) por dispositivo, entiendo una especie –digamos- de formación que tuvo por función mayor responder a una emergencia en un determinado momento. El dispositivo tiene pues una función estratégica dominante… El dispositivo está siempre inscrito en un juego de poder (Agamben, 2005: 22).
De esta manera los dispositivos se establecen como instrumentos de una acción lingüística que en el documental analizado se nutre de imágenes, para hacer efectivo el aprisionamiento de la realidad y el ordenamiento social.
El juego de la representación.
Uno de los mayores éxitos de los medios masivos, es la supremacía de la imagen como sinónimo de verdad, que crea una especie de vínculo entre el espectador y lo que ve, el ojo cree en lo que ve y parecería que solo existe lo que puede ser captado por el lente de una cámara, como lo señala Sartori: “en suma: lo visible nos aprisiona en lo visible. Para el hombre que puede ver (y ya está), lo que no ve no existe. La amputación es inmensa, y empeora a causa del por qué y del cómo la televisión elige ese detalle visible, entre otros cien o mil acontecimientos igualmente dignos de consideración” (Sartori, 1998: 84-85).
Desde la perspectiva de Sartori, no sería difícil comprender la estrecha relación entre los poderes político y mediático como mecanismo de neutralización de la opinión pública, sin embargo no deja de ser interesante evidenciar las particulares maneras en que se hace efectivo el aprisionamiento de lo visible, como plantea el autor.
Uno de los ejemplos más descriptivos para comprender el juego de la representación lo encontramos en el surrealismo de René Magritte, particularmente nos llama la atención su clásica obra La condición humana (1933), donde el pintor belga nos invita a reflexionar sobre la enajenación de la realidad y la necesidad de deconstruir la ilusión que está detrás del objeto representado. En la obra que hemos traído a colación está una ventana, a través de la cual observamos el paisaje de un día de campo iluminado en cuyo cielo predominan las nubes, donde el autor superpone un lienzo sostenido en un caballete, en el cual se dibuja exactamente un extracto del campo.
El montaje del cuadro sobre la realidad nos muestra la dinámica de dos espacios diferentes pero complementarios, la realidad y su representación, y nos lleva a reflexionar alrededor de dos condiciones humanas, la primera, el recorte de la realidad que significa la observación y la segunda, cómo aquello que nos revelan nuestras percepciones, a modo de un cristal transparente, nos aprisiona en lo visible, en una construcción que, aunque devela, oculta, pero sobre la cual tenemos más control que la incierta realidad.
Si llevamos este ejercicio de interiorización de la realidad al plano de las formas de enunciación del campo político y mediático, podemos analizar la manera en que, en el caso del 30-S, los discursos del presidente Correa se convierten en ese cristal que proporciona masivamente un esquema para organizar y categorizar los hechos, en definitiva, un dispositivo institucional que, al inscribirse en un juego de poder, muestra y oculta lo que está afuera de la ventana.
El componente melodramático en el lenguaje verbal e icónico.
Dada la centralidad que constituyen los medios de comunicación en la vida social, es innegable el traslado de la palestra política a los escenarios audiovisuales.
Los medios de comunicación han determinado las formas de hacer la política en la sociedad contemporánea ya que se han establecido como el escenario prioritario para el debate de las ideas; el dispositivo preferido y más efectivo para comunicarse entre gobiernos y ciudadanos, políticos y candidatos; el mecanismo preferido para consultar las opiniones de la sociedad; el lenguaje más atractivo para construir consensos y disensos (Rincón, 2008:13).
La construcción de consensos y disensos en la temática que encierra Muchedumbre está atravesada por el componente melodramático, el mismo que no sólo constituye el pincel que da forma y color al conflicto entre ‘buenos y malos’ sino que se traduce en una consigna moralizante, un “presupuesto implícito o un acto de palabra” (Austin, 1990: 84) provocando un efecto de subjetivación de los enunciados. Además, es preciso mencionar que en la sinopsis del video se especifica que la reconstrucción cronológica de los hechos se basa en evidencias documentales, lo cual deja sentado el pacto con el lector, quien de entrada ya asume una actitud receptiva y confiada de lo que le van a mostrar.
La historia comienza con un brevísimo recorrido por imágenes y relatos sobre la inestabilidad democrática del país desde 1996, resaltan las figuras de los ex Presidentes Abdalá Bucarám, Jamil Mahuad y Lucio Gutiérrez, quienes fueron expulsados del poder por una muchedumbre movilizada por un descontento generalizado, un sujeto social abstracto, homogéneo, desprovisto de historia y de identidad política por el documental. Y es que, aunque “Muchedumbre” sea el nombre de la película, el papel protagónico no se deposita en ésta, aquella significó, lo que en el cuadro de Magritte vendrían a representar las nubes, un elemento que forma parte del paisaje pero puede ser recortado por el lienzo sin afectar a la visibilidad del árbol que está detrás.
De esta manera la imagen inmediatamente visible que proyecta una muchedumbre que tumba presidentes, que se muestra desafiante y a la vez víctima de la ‘larga noche neoliberal’, más que ser la protagonista de la historia constituye la razón de ser, de quien sí encarna el papel principal, el presidente Correa; quien aparece por primera vez a los 5 minutos con 45 segundos de rodado el filme, junto a su esposa e hijos en misa, primero de pie y luego arrodillado en posición de oración, con sus manos juntas, ojos cerrados y su cabeza inclinada.
A continuación de aquello se lo ve en medio de gente, abrazando y saludando a un grupo de personas que lo rodean amigablemente. A todo esto se acompaña la voz en off del narrador omnipresente, uno de los recursos más utilizados en la novela literaria, quien manifiesta: “Rafael Correa, economista y profesor universitario, conocido en ámbitos académicos y muy poco en los políticos, con un discurso de izquierda, ganó la Presidencia a los grupos de poder” (Muñoz, Muchedumbre 30-S: 2011).
De esta manera se presenta la imagen purificada del personaje, un hombre que denota confianza porque además de proyectar la figura de un respetable hombre de familia y católico practicante, aparece en la escena política libre de la viciosa herencia de la partidocracia, que llega sólo al poder, con un discurso de izquierda; nuevamente surge el efecto de la invisibilización de los componentes históricos.
Una vez posicionado el personaje principal y delimitados los márgenes de entendimiento de su imagen y lugar de enunciación, la historia continúa con la narración del conflicto que, según se explica en el documental, se desata tras la aprobación por parte de la Asamblea Nacional de la Ley Orgánica del Servicio Público, el 29 de septiembre del 2010, en la cual se establece la equiparación de sueldos de los funcionarios del Estado y eliminación de los ingresos adicionales de militares y policías por asensos de Grado. También menciona los 3 años 8 meses que para ese entonces llevaba gobernando Correa, “una cifra récord para el Ecuador contemporáneo” resalta el narrador en el documental, quien también puso énfasis en destacar que contaba con el respaldo de “más del 60% de los electores”, aunque sus “opositores no le habían perdonado su estilo ni los cambios que afectaran al modelo social y económico que muchos se empeñaban en sostener” (Muñoz, Muchedumbre 30-S: 2011).
Las palabras y las imágenes tejen una red discursiva de semejanzas otorgando un sentido de realidad incuestionable a los personajes representados.
Se ha llegado a advertir que muchas palabras especialmente desconcertantes, incluidas en enunciados que parecen ser descriptivos, no sirven para indicar alguna característica adicional, particularmente curiosa o extraña de la realidad, sino para indicar (y no para registrar) las circunstancias en que se formula el enunciado o las restricciones a que está sometido, o a la manera en que debe ser tomado, etc. (Austin, 1990:43).
Es así que el primer juego de la representación en Muchedumbre es el signo del ‘bueno’ y el ‘malo’, imágenes estereotipadas que otorgan una serie de características y cualidades morales a los personajes que se presentan bajo una construcción lógica, una coherencia entre los enunciados narrativos y visuales, que más allá de significar una mera descripción del escenario político, constituyen un condicionamiento que, como lo señala el filósofo británico, convierten al enunciado en un indicativo que nos encuadra la manera en que debe ser tomado, interiorizado, recibido por el espectador, evidenciándose de esta manera “la falacia descriptiva” (Austin, 1990: 43).
La composición melodramática de los acontecimientos del 30-S en Muchedumbre, constituye el lienzo o la plataforma donde adquiere coherencia la representación o como diría Austin, donde se hace efectivo el enunciado realizativo o ilocutivo, el cual, “indica que emitir la expresión es realizar una acción y que ésta no se concibe normalmente como el mero decir algo” (Austin, 1990: 47). En el análisis de los discursos dados por Correa evidenciaremos de mejor manera esta facultad de los enunciados que al ser pronunciados generan la acción.
Según las declaraciones que da en el documental Rafael Correa, aquella jornada del 30-S había empezado su día con la rehabilitación de su rodilla, la misma que tenía 10 días de operado, luego de llegar a su oficina le informan que los policías se habían tomado el Regimiento Quito en protesta a la reciente aprobación de la Ley de Servicio Público, fue entonces cuando decidió ir al lugar de la protesta, dijo.
El documental muestra la imagen de Correa que llega en un carro al Regimiento Quito en medio de la aglomeración de gente civil y uniformada. La guardia presidencial intenta protegerlo del disturbio, uno de sus escoltas dice “cuidado las piedras”, en ese momento el Presidente se baja del carro y evidentemente en actitud enojada se afloja la corbata, se abre paso entre sus guardaespaldas y dice:
- ¡Ábrase de aquí!, ¡ábrase! ¿Me quieren tirar piedras? (con visible actitud enfurecida se zafa la corbata) (…) ¡Aquí está!
Interviene uno de sus escoltas y le dice:
- ¡Señor Presidente, tranquilo!
Correa insiste en actitud desafiante:
- ¡¿Quieren tirar piedras!?, ¡¿Quieren disparar?!
El guardia dice:
- Esa no es la forma, esa no es la forma Presidente…
Apoyándose en uno de sus guardias el Presidente logra abrirse camino entre la gente que lo hostigaba llamándolo “¡mentiroso!” y entra al Regimiento; en medio del disturbio cruza palabras con una mujer manifestante, que la cámara no logra enfocar, a la cual le pregunta insistentemente:
- ¿Cuánto ganaba antes de nuestro gobierno? (…) usted señora ¿cómo puede ser tan ingrata? (...) pidan cosas que valgan la pena pedir, vivienda fiscal que estamos construyendo (...) ¿Usted es la que me gritaba mentiroso? Después de esto. Cuando nadie ha hecho tanto por ustedes…
La mujer increpada, sin mayor capacidad de respuesta termina gritando “¡El voto le dimos señor presidente!”. Es entonces, cuando Correa logra entrar al edificio hasta un segundo piso y desde una ventana se dirige a los manifestantes. Con micrófono en mano exclama:
- Créanme… que de cualquier institución… esperaba algo así, menos de la Policía Nacional. (La multitud lo abuchea con chiflidos)
En este momento se contrastan las imágenes del Regimiento con la de Correa sentado en una silla en su oficina, para explicar:
- Era fácil demostrar las mentiras con que los había llenado Sociedad Patriótica, Gutiérrez, cierta prensa, etc., entonces íbamos con mucha seguridad que lo que estábamos haciendo era bueno, era bueno sobre todo para la tropa. No nos dejaron dialogar.
Nuevamente vuelve la imagen de Correa con su discurso en el Regimiento cuando es interrumpido por los policías que proclaman el nombre de Lucio Gutiérrez:
- ¡Eso hizo Lucio!, ¡eso hizo Lucio!
De esta manera la imagen sustenta el discurso y le da sentido, ahora nadie puede negar quién estuvo detrás de los hechos, la coherencia no parte de quien lo dice, sino de lo que el receptor puede ver y oír a través de sus propios sentidos. La finalidad que persigue esta expresión mostrada desde el documental es la de señalar directamente al enemigo, pero también, la de generar la unidad de los receptores, un encuentro común, una identidad en torno al rechazo del opositor.
Continúa el discurso del Presidente desde el Regimiento:
- La política es tratar de maximizar los sueldos y que de ahí todos puedan dignamente adquirir los servicios para su familia…Luchen por cosas que valga la pena luchar (…) ¡Pónganse la Patria en el pecho!... ¡vean cuanta miseria existe!... ¡cuánta gente ni siquiera tiene trabajo!
Luego, desde Carondelet, dice:
- No es la primera vez que el Presidente va directamente a dialogar cuando hay esta clase de problemas, lo hemos hecho en múltiples ocasiones, con problemas laborales, problemas políticos, problemas indígenas, etc. Directamente el Presidente dialoga, ese es nuestro estilo.
Vuelve la escena del Regimiento, Correa con actitud desafiante y visiblemente molesto, se suelta la corbata, se golpea el pecho, mientras dice:
- Señores, si quieren matar al Presidente… ¡aquí está! ¡Mátenlo pues si les da la gana!... ¡mátenlo si tienen poder!... ¡mátenlo si tienen valor!... ¡en vez de estar en la muchedumbre…! ¡cobardemente escondidos!
- Pero seguiremos, con una sola política de justicia, de dignidad, no daremos ni un paso atrás! Si quieren tomarse los cuarteles, si quieren dejar a la ciudadanía indefensa, si quieren traicionar su misión de policías, su juramento… ¡traiciónenlo!
- Si quieren destruir la Patria, ¡aquí está!, ¡destrúyanla! Pero este Presidente no dará ni un paso atrás… ¡Viva la Patria!
En ese momento, en medio de la furia de los manifestantes, el Presidente sale del Regimiento, la policía lo acorrala en una nube de bombas lacrimógenas, el escenario es de gran hostilidad, logra llegar al hospital de la policía, de donde la multitud le impide salir, hasta que es rescatado finalmente por el ejército en horas de la noche, tras un intenso tiroteo entre policías y militares.
El documental continúa su narración de los hechos una vez que el primer mandatario es detenido en el hospital y se genera la movilización social que acude a su rescate, desatándose el momento más trágico del drama, cuando los familiares de las personas que murieron y testigos dan sus testimonios; toda la “irracionalidad” de aquellos opositores y policías que habían caído sobre el protagonista, dejó el saldo de 10 fallecidos en todo el país y cerca de 300 heridos, según la narración. El bueno de la historia, que buscaba dialogar, el que más había hecho por ellos, fue violentado, insultado y desconocido; al más puro estilo del vejamen melodramático.
El documental hace uso de un incesante juego de contraste entre las imágenes de Correa en el Regimiento Quito, mientras emite su discurso, en un ambiente adverso, con actitud descontrolada, e inmediatamente surge la imagen del Presidente sentado en una silla desde el Palacio de Gobierno, en actitud serena y racional, explicando los hechos. Es interesante ver como se construye la justificación de los actos del primer mandatario, no desde la imagen descompuesta del actor cuando está frente a los policías en actitud desafiante y no escucha las advertencias de sus guardias de seguridad, que le repitieron insistentemente “esa no es la forma Presidente”, sino que la explicación se da posteriormente, desde la figura solemne del gobernante, lo cual no es casual, puesto que se establecen las condiciones mediáticas para que el enunciado realizativo tenga éxito, sea creíble.
No pretendemos calificar la veracidad o falsedad de lo que se dice, ni mucho menos justificar la sublevación policial y sus agresiones a la ciudadanía; sino evidenciar la manera en que ese decir, no constituye un mero acto comunicativo, así como el cuadro del pintor en Magritte no es un simple reflejo de la realidad. La representación de los hechos desde el oficialismo, se construye en un acto de palabra, en un acto ilocutivo (Austin: 1990), es decir las palabras realizan una acción más allá de lo dicho.
Las célebres tesis de Austin muestran claramente que, entre la acción y la palabra, no sólo hay diversas relaciones extrínsecas tales que un enunciado puede describir una acción en un modo indicativo o bien provocarla en un modo imperativo, etc. También hay relaciones intrínsecas entre la palabra y ciertas acciones que se realizan al decir-las (…), y más generalmente entre la palabra y ciertas acciones que se realizan al hablar (Deleuze, 2000:83).
La fuerza ilocutiva de los enunciados de Correa cuando, por ejemplo, indaga a la mujer manifestante sobre cuánto ganaba antes de su gobierno y sobre su ingratitud cuando nadie ha hecho tanto por ella, contiene un presupuesto implícito que constituye un acto interno de la palabra en la medida en que el Presidente no solo cuestiona explícitamente a la mujer, sino a todo aquel que ponga en duda la buena fe de sus actos. Sus palabras están aleccionando implícitamente a los receptores de su mensaje, al país; de esta manera lo que dice Correa implica un mandato moral, el de agradecer lo que hace por nosotros.
De igual manera podríamos leer la explicación que da sobre los objetivos de la Ley en disputa y la apelación a ver la miseria y a la falta de trabajo en el país, como elementos reales que desautorizan los reclamos de los manifestantes a partir de preceptos colectivos, como lo es la lucha por terminar con la pobreza, los mismos que no dejan espacio a la duda sobre el beneficio de la normativa.
Cuando Correa desafía a los policías a matarlo y a destruir la Patria, si asó lo quieren, se evidencia el mayor acto de performatividad de su discurso, porque vincula directamente el magnicidio con la destrucción de la nación. Produciéndose de esta manera la encarnación de los íconos de la democracia, patria y nación en la figura de un solo hombre, Rafael Correa; consolidándose la representación de la imagen del poder soberano.
Los enunciados y las imágenes del protagonista “víctima y héroe” están cargados de un carácter performativo, en la medida que desbordan lo informativo, no solo dicen sino que construyen el imaginario social transmitiendo una sola consigna: “defender a Correa es defender la democracia”; como lo explica Deleuze “Las consignas no remiten, pues, únicamente a mandatos, sino a todos los actos que están ligados a enunciados por una “obligación social’” (Deleuze, 2000: 84), es así que el rescate del Presidente se confunde hasta identificarse con el “triunfo de la democracia”. Dicho sentido está tan mimetizado en el documental de Muchedumbre que su constante repetición vuelve cada vez más difícil la diferenciación entre la realidad y la imagen, entre los hechos y la lectura oficial de los mismos, que se superponen como en los cuadros de Magritte, en una dinámica de develación y ocultamiento, es allí cuando se produce el aprisionamiento de lo visible y el control social.
Desde la dinámica de las sociedades de control “encerrar el afuera, encerrar lo virtual, significa neutralizar la potencia de invención y codificar la repetición para quitarle toda potencia de variación, para reducirla a una simple reproducción” (Lazzarato, 2006: 87-88), por eso se vuelve fundamental para el poder, en este caso político, modular las subjetividades, porque lo que está en juego no es el poder de gobernar, sino de delinear una determinada verdad que sustente los parámetros de orden y obediencia asumidas como propias, en la práctica social.
Pero detrás del juego de la representación que se superpone y de las dinámicas de poder que ésta encierra, persiste una realidad visible que está más allá del lienzo que constituyen los medios de comunicación, el deber de nuestra sociedad es ir con el pensamiento crítico más allá de lo que perciben nuestros ojos, hasta ser capaces de ver a través del objeto que oculta.
Bibliografía.
- Agamben, Giorgio (2005). “¿Qué es un dispositivo?”, en Conferencias en Argentina. Buenos Aires, Milena Caserola.
- Austin, John (1990). Cómo hacer cosas con palabras, España, Paidós.
- Deleuze, Gilles y Félix Guattari (2000). Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, Valencia, Pre-textos.
- Lazzarato, Maurizzio (2006). Políticas del acontecimiento, Buenos Aires, Tinta Limón.
- Rincón, Omar (2008). “La nación como un happening mediático” en La Nación de los medios, Bogotá, Universidad de los Andes, pp. 11-21.
- Sartori, Giovanni (1998). Homo Videns. La sociedad teledirigida, Madrid, Editorial Taurus.
Filmografía.
· Muchedumbre 30S, 2011, Rodolfo Muñoz.
Ficha Técnica.
Título original: MUCHEDUMBRE 30S
Género: Documental
País: Ecuador
Año: 2011
Dirección: Rodolfo Muñoz
Producción: Rodolfo Muñoz & Comunicadores Asociados
Duración: 90 minutos.
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